Podemos llegar a entender del todo el comportamiento
de una persona al margen de su contexto? De las vivencias que acumula, de su
entorno educativo y experiencias más tempranas? Del afecto y mensajes que ha
recibido?
Claramente, no es posible.
Joker, es una de esas películas que te dejan dando
vueltas a lo que has visto durante largo tiempo, que te hacen reflexionar sobre
lo sucedido en pantalla e incluso ir más allá: en el significado de todo lo que
hay detrás. Es una de esas películas cuyo trasfondo es más de lo que se puede
ver a simple vista. Es una película que invita a conocer en profundidad al
personaje y sus motivos, sus impulsos, su sistema de creencias. Es una película
en la que dejas de ver al Joker y conoces a Arthur; aunque también llegas a
comprender en qué punto Arthur pasa a convertirse en el Joker.
Con la enfermedad mental de fondo y el fuerte
estigma que existe hacia ella, se repite constantemente la frase “Put
on a happy face”, dibuja una
sonrisa en tu cara, aunque las circunstancias sean adversas y no inviten a
ello.
Como poco, peligroso.
No se trata
de tratar de poner buena cara a la adversidad, ni siquiera de centrarnos en la
parte positiva de nuestra vida cuando haya partes complicadas, sino de emplear
la risa como un mecanismo de protección, una vía de escape cuando aceptar la
realidad resulta insoportable. Y el problema no es reírnos en un mal momento,
sino asumir que no hay ningún problema, ningún daño, ninguna herida que después
de años sin asumir, acaben provocando una huella imborrable.
Lo que
vivimos en los primeros años de vida nos marca y va confeccionando nuestra
personalidad, nuestra forma de entender el mundo y las relaciones con los
demás. Nuestro modo de valorarnos. Cuando lo que tienes alrededor es tan
horrible e imposible de digerir, recurres a mecanismos que te ayuden a
sobrellevarlo. Escondes recuerdos en zonas aisladas de tu cabeza hasta que
dejen de ser conscientes y si los demás no te ven ni te tienen en cuenta,
aprendes a ser invisible para los demás.
Infancia de
abusos, malos tratos, invisibilidad, risas y felicidad fingida, ausencia total de apoyo social... ¿Tenía Arthur otra
posibilidad de acabar cogiendo el camino que se muestra en la película?
Evidentemente, no todo es justificable y siempre hay malas o buenas decisiones
que nos acercan o alejan de lo que es adecuado. Siempre o casi siempre, podemos escoger. Pero aquí la crítica o la reflexión, es otra.
En una sociedad que señala, que margina, que decide lo que está bien y lo que no, aquellos que no encajan se quedan fuera. Y si los que se quedan fuera carecen de recursos o habilidades sociales, comunicativas o afectivas, la dificultad aumenta. La sociedad podrá poner mil trabas, pero partamos desde la base y sobre todo,
criemos niños que no tengan que recuperarse de su infancia.