lunes, 6 de agosto de 2018

J A U L A S


Somos, en la gran mayoría de ocasiones, nuestro peor enemigo.

Nos cuesta valorarnos, querernos, sentir que merecemos lo que tenemos. Nos cuesta respetarnos. Pero nos cuesta muy poco criticarnos, juzgar y focalizarnos en nuestros pequeños errores.

La sociedad ayuda a ello, crea ideales que con gran peligro nos creemos. Ideales de amor, de amistad, de vida. Que si no tienes pareja tu vida es incompleta y que si no tienes hijos no te realizas, generalmente como mujer.
Que si no te independizas al llegar a cierta edad te miran raro y que si no encuentras el trabajo de tu vida, que te llena o te completa has fracasado en cierto modo.

Que "qué pena que estés sola siendo tan guapa", cuando quizá y solo quizá esa persona, en plena locura, no entienda que la felicidad vaya de la mano de tener una pareja. Que solo la felicidad se consigue con belleza y una talla reducida y que si alguien decide no estar a nuestro lado será que no somos lo suficientemente buenos.

Que no podemos ser tan exigentes porque nos acabaremos quedando solos y ya se sabe que eso es lo peor que nos podría pasar en una sociedad que está dominada por mitos románticos.

Que si me quisieran de verdad no harían eso o actuarían del modo en que a mi me gustaría. Y que si me controlan y se enfadan es que me quieren mucho, olvidando que no podemos esperar que alguien actúe del modo en que a uno le gustaría y que el control y la posesión nunca van de la mano del amor, de otra cosa si, pero no del amor.


Y lo malo de los ideales es que enjaulan, cuando no estamos hechos para vivir encerrados.